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Si bien un servidor no es oriundo de la pequeña villa castellonense de Altura, sí es descendiente de alturanos y pasó parte de su infancia y juventud en ella. Es por ello que me gustaría rendir breve homenaje a este pequeño cine del que no llegué a disfrutar como tal, pero cuyo interior sí llegué a conocer.

Por lo que me contaba mi madre, la sala funcionó parece que brevemente durante los años 60 del pasado siglo. Para los primeros 80 ya había sido reconvertida en una fábrica de calzado propiedad del señor Antonio Bonifás y su socio. Fue en esta época cuando, gracias a mi amistad con los hijos del mencionado empresario, tuve ocasión de visitarla. Las butacas y la pantalla habían desaparecido y el patio había sido modificado para dar cabida a las máquinas del nuevo negocio. Las paredes que separaban el vestíbulo del patio habían sido derribadas y las puertas retiradas para conformar una amplia sala, aunque todavía se veían entonces, en la parte que había sobrevivido de dichas paredes, casi a la altura del techo, imágenes de artistas clavadas en ellas. En otras dependencias se podía dar también con antiguas entradas y pequeños fragmentos de celuloide, algunos de las cuales guardé en su momento pero, por desgracia, he traspapelado con el paso del tiempo

El Cinema Aragón, y después Calzados Altureña, estuvieron ubicados en la calle Agustín Sebastián, actuales números 74 y 76. En las foto adjuntas, tomadas en 2016, es fácil observar el hueco cubierto de la taquilla. La nave sigue en pie hoy en día (2024).

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José Manuel López Blay y sus colaboradores están recuperando gran parte de la memoria histórica de la villa desde el grupo Facebook Museo de la Memoria, y nos aportan amablemente más detalles sobre la sala:

«El 31 de diciembre de 1961, pasado el puente de entrada al pueblo desde Segorbe, abrió sus puertas el Cinema Aragón, un salón amplio y moderno, con butacas abatibles de madera, gallinero y un surtido ambigú. Mi memoria puede traicionarme, pero creo que aquella Nochevieja proyectaron un musical que hizo las delicias de quienes asistieron. El día de Cabo de Año hubo sesión doble. El abominable hombre de las Nieves fue una de las películas. 

Quien puso en marcha la iniciativa fue don Miguel Escriche, que fue secretario del ayuntamiento muchos años. También recuerdo a su hija Sarita y al tío Vicente Rodríguez (a) Tata, el de Espumosos El Berro, y a su mujer Carmen, al frente del selecto ambigú donde comprábamos la gaseosa, cuyo casco hacíamos rodar en la oscuridad de la sala, para desesperación de Severín.»

Colaborador: Luis E. Hernández Agüe