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Uno de los cines de barrio que formaron parte de mi más temprana juventud fue el cine Astor o Astor Palace, ubicado en el número 141 del paseo de Fabra i Puig, entre las calles de Vèlia i de Malgrat, en el barrio de Santa Eulàlia de Vilapicina del distrito Nou Barris. Se inauguró el 20 de diciembre de 1959 por iniciativa del empresario Alfred Borràs i Castells. A pesar de que era la típica sala de proyecciones de barrio periférico que ofrecía programas dobles, el edificio tenía un moderno diseño para aquella época, típicamente racionalista. A cada lado de la fachada había los paneles donde se exponían las fotografías de las películas programadas, estando a la derecha las fotos y los carteles de las que se exhibían durante aquella semana, y a la izquierda las previstas para la próxima semana. Su interior era grande, y a pesar de tener un vestíbulo pequeño y de no disponer de anfiteatro, tenía capacidad para 1.200 personas. Las butacas estaban distribuidas en dos grupos laterales de 6 asientos por fila y dos centrales de 13 asientos por fila. En total había 35 filas y un pasillo central cercano a la pantalla, a partir de la sexta fila. Los servicios estaban a cada lado de la pantalla, la cual era, por cierto, de grandes dimensiones para una sala de barrio. El sistema de proyección, de sonido y de confort que equipaba nada tenía que envidiar a los locales de estreno. Fue una de las salas de barrio que más aguantaron el masivo cierre de locales de reestreno producido especialmente en la década de los ochenta, pero a pesar de haber mantenido a un público fiel, la crisis producida por el auge del vídeo y de las nuevas formas de ocio para la juventud terminó por llegar y el cine Astor cerró definitivamente sus puertas el 31 de julio de 1993. Posteriormente, después de unos años de abandono, el edificio fue derribado y en su solar ha sido construida una residencia geriátrica de lujo.

 

Recuerdo que los programas dobles de reestreno eran muy buenos y entretenidos, sobre todo para quien no hubiese visto ninguna de las dos películas. De niño padecí bastante con la japonesa de monstruos “La batalla de los simios gigantes”, donde el buen Kimbo luchaba contra el malvado Golliath. Este género era habitual en las salas de barrio entre finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. Casi todas las películas de Gozzilla se llegaron a proyectar en el Astor (como "Galien el monstruo de las galaxias ataca a la Tierra", "Invasión extraterrestre" y "King Kong se escapa"), así como el serial de James Bond, tanto de la época de Sean Connery como la de Roger Moore. Concretamente, la espectacularidad de “Moonraker” hizo que mi hermano y yo nos animáramos a repetirla en varias ocasiones, pues en aquellos años era para nosotros el colmo de la espectacularidad. Fue en este cine donde descubrí al actor Charles Bronson, concretamente en su papel de Cabellera Negra en “El desafío del búfalo blanco”, y donde también descubrí la que por aquel entonces me pareció la película más aburrida de la historia del cine: “Una mujer descasada”. Nuestro género favorito, el cine de terror, se dio cita en esta entrañable sala. La serie de películas protagonizadas por Paul Naschy (Jacinto Molina) en sus papeles de hombre lobo fueron un auténtico deleite. De Jesús Franco recuerdo “El conde Drácula”, y de Werner Herzog la interesante versión de “Nosferatu el vampiro”, buena película que lamentablemente se acogió muy fríamente por parte de un público acostumbrado a lo más comercial. Mítica fue “Phantasma”, de Don Coscarelli, con el singular personaje del Hombre Alto. El trailer cinematográfico decía que “si esta película no le ha aterrado es que está usted muerto”, así que, al salir del cine, mi hermano y yo dijimos que estábamos muertos. El cine de calidad se dejó entrever en algunas ocasiones, si bien no tuvo mucho éxito de público, como el caso del programa doble “Blade Runner”, de Ridley Scott, y “Corazonada”, de Francis Ford Coppola.
Otra característica del Astor era que llegó a ser uno de los cines más baratos de Barcelona, valiendo la entrada solamente entre 200 y 250 pesetas cuando los cines de estreno del centro de Barcelona tenían un precio de hasta 450 pesetas. Yo solía ir a menudo los domingos con mi hermano y sus amigos del barrio, pues era el mejor entretenimiento posible para pasar la tarde. Su público era joven, y a menudo venían los grupillos de turno a armar jaleo mientras proyectaban la película, gritando, riendo o haciendo comentarios graciosos en voz alta. No negaré, entonces, que a veces había semanas con un poco de mal ambiente, y que durante la proyección de la película era aconsejable no ir al servicio porque entraban y salían personajes con los cuales era mejor no cruzarse por si acaso.
En resumen, excelente sala de reestreno el cine Astor o Astor Palace, con buenos e interesantes programas dobles para toda la familia a disfrutar por un gasto insignificante con una calidad en cuanto a prestaciones y confortabilidad se refiere equiparable a una sala de estreno, pero en tu propio barrio. Todo un señor cine al que le brindo este recuerdo.

Datos obtenidos, con nuestro agradecimiento, del Blog: http://eltranvia48.blogspot.com/2009/05/memorias-de-un-cinefilo-de-barrio-ii.html

 

 

Colaborador: Paco Moncho